Evitar malos comportamientos en los hijos
¿En qué momento se convirtió en un tirano? Si todo pasó tan rápido que casi no lo recuerdo.
Tanto fue el tiempo que lo esperamos, y con tanta ansiedad que declaramos como una de las fechas más importantes de nuestra vida el día de su nacimiento. Al principio se lo veía tan lindo, desamparado e indefenso que, como una leona que cuida a su cría, me he hecho cargo inmediatamente de protegerlo y de que nada malo le suceda. Los lazos de amor nacieron inmediatamente y fueron creciendo con el correr del tiempo, como mi bebé. Lo llenamos de mismos y besos.
A los 12 meses caminaba y se convertía en un chico más independiente. Comenzaba a vislumbrarse cómo sería su personalidad, de carácter fuerte. ¡Pero qué lindo era!
Siempre estábamos a su alrededor. Debíamos perseguirlo por todas partes para controlar que no se llevara nada a la boca o tocara cosas que lo pudieran lastimar. Cuando cumplió los terribles 2 años ya era un nene y se hacía notar. La difícil edad de los berrinches nos obligaba a ponerle límites, un momento feo y embarazoso, en especial cuando estábamos frente a otras personas. Nos dimos cuenta de que era mucho más cómodo acceder a sus pedidos que decir “no”. La idea era que no se pusiera nervioso. Pero en vez de calmarse se producía el efecto contrario, pedía más y se le escapaban más caprichos y rabietas, hasta llegaba a hacer travesuras que lo ponían en peligro. Un par de veces tuvimos que salir corriendo al hospital.
Y un día ya no pudimos controlarlo. Se había vuelto inmanejable y con su padre terminábamos agotados y peleándonos entre nosotros. Hoy se volvió déspota y caprichoso, no entiende las normas y soluciona los conflictos gritando y violentándose. No sabemos por dónde empezar a reparar nuestro error.
Los hijos tiranos. ¿Cómo llegamos a criarlos de esa manera? ¿Se puede hacer algo para reeducarlo o está todo perdido? Los padres sabemos que educar a un niño no es tarea fácil, con nuestros errores y aciertos vamos haciendo lo que podemos. Pero la verdad es que todos, en general, tenemos un objetivo en común: que nuestros hijos sean felices.
Todo por culpa de la culpa
Hay que preguntarse por qué nos cuesta tanto hacer cumplir las normas desde el comienzo (¡nos ahorra tantos disgustos!). Y las razones son varias, pero una de ellas, que es un denominador común para los papás de esta época, es la culpa. Culpa por tener que irnos a trabajar, culpa por no haberlo buscado, culpa por no darle un hermanito, culpa por habernos divorciado…, los motivos de este agobiante sentimiento pueden ser muchos y muy variados. Lo importante es que no nos permite ver con claridad los actos que cometemos y que no favorecen nada la educación de un chico.
Los primeros culpables de que un hijo se vuelva tirano somos los padres. ¿Y de qué forma? Con la falta de límites. Aunque no lo notemos de la noche a la mañana. A veces sucede que en ese largo camino que hemos recorrido durante la crianza nos damos cuenta de que el sendero que elegimos no era el correcto y no es tan simple volver atrás para tomar otro.
Otro de los comportamientos típicos de los adultos de hoy es la sobreprotección. No queremos criarlos a la manera tan arbitraria que nos han criado a nosotros de pequeños y entonces nos vamos hacia el otro extremo. No los retamos, hacemos las tareas que ellos deben hacer solitos, no les soltamos la rienda y hasta elegimos por ellos. Recuerdo un conocido que llevaba a pescar a su hijo y se metía hasta el fondo del mar con un pez para engancharlo al anzuelo. No vaya a ser cosa de que no pescara nada y se pusiera triste.
La idea es que ellos no sufran, pero así vamos formándoles personalidades que no tienen tolerancia a la frustración. De esa manera los chicos no crecen, se estacan. Aún hay más. Apurados con todas las tareas que hacemos diariamente, no podemos detenernos a discutir o aguantar algunos de sus enojos. Es más fácil decir si y que se acabe pronto el problema. Sin embargo, ese es un grave desacierto. Lejos de resolver estamos generando nuevos inconvenientes. Es como esconder la tierra por debajo de la alfombra. Los chicos aprenden enseguida a tomarnos el tiempo y volverán a repetir esa conducta una y otra vez con desafíos cada vez más complicados. Y ni hablar a medida que van creciendo… y luego en la adolescencia.
A cierta edad la mayoría de los niños son tiranos y déspotas, pero está en nuestras manos permitir que esta actitud continúe o sea sólo un comportamiento pasajero, relativo al crecimiento. La mejor manera de evitarlo es poniendo límites desde pequeños. Quizá, no como lo hicieron nuestros padres, sino a través del diálogo, el afecto y la reflexión. Los adultos no dudamos ni un segundo en decir no cuando un pequeño va directo a meter sus deditos en los orificios de un enchufe. Sabemos que eso es peligroso para ellos.
De la misma manera tenemos que pensar que al no enseñarles cuáles son las normas que nos impone la vida los estamos perjudicando y poniendo en peligro. Afuera del hogar no se van a encontrar con un mundo tan tolerante y condescendiente. Siempre es más doloroso el golpe cuanto más lejana es la caída.
Poniendo los límites correctos y enseñándoles, de a poco, a auto controlarse hará que confiemos en ellos. Así quitaremos varias cargas de nuestra espalda y de la de nuestros hijos.
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