Representación metafórica de la patria en la dinámica diaspórica puertorriqueña
Puerto
Rico ha pasado por procesos de migración circular en varios momentos históricos
que han sido plasmados en las artes. Señalaba Flores (2008) que las sociedades
y las culturas no se pueden entender
aisladas de los polos diaspóricos o de sus realidades translocales ni de la
sola perspectiva privilegiada de la diáspora. Para este autor, esto se debe a que,
en la actualidad, la migración ya no es un trauma de una vez en la vida sino
una excursión cotidiana que crea intensos puntos de enredo donde se entrelazan
la experiencia y los caminos expresivos de la geografía; y donde se está
remodelando constantemente la identidad. De acuerdo a Díaz (2010), la cultura
puertorriqueña es parte del equipaje que llevan los sujetos con su salida de la
Isla, y puede reinventarse o conservarse dentro y fuera de la misma. Esta
investigadora expuso que el movimiento diaspórico es una búsqueda de la salida
de la sensación de estancamiento social. Según esta, “el viaje trata de no
pertenecer al mismo tiempo que pertenece al espacio por donde se transita”.
Como
parte de este proceso, el individuo migrante acepta salirse de su propia
identidad histórica e incursiona en la multiplicidad de roles, aunque estos le
sean incompatibles y paradójicos. Esto
lo logra utilizando formas más eficaces, para desarrollar un simbolismo más
auténtico de lo que es el estilo, los problemas sociales y la cultura dentro
del contexto geográfico, como por ejemplo la metaforización del patriotismo
(Serna, 2016). En los procesos diaspóricos esto es importante porque
ofrece una idea del mecanismo básico que
subyace a significados simbólicos; lo que permite la transfiguración de los conceptos
originales. Aumentando así el repertorio de significados de una palabra o
expresión al irle añadiendo a su significado básico otros nuevos que se derivan
de este (Bustos, 2009). Es precisamente este proceso que ha hecho que la
conceptualización de la patria se vuelva cada vez más complejo.
La
primera emigración de puertorriqueños se dio a mediados del siglo XIX cuando
grupos de hombres se movilizaron fuera de la Isla para trabajar en los campos
de siembra de caña de azúcar y café en las zonas del Caribe y Latinoamérica. A
finales de siglo, muchos nacionalistas se mudaron a los Estados Unidos de
Norteamérica huyendo de la política española de la cual no querían ser parte
activa. Para principios del siglo XX se comienza la segunda etapa de movilización
intelectual de patriotas a New York con la intención de aumentar la lucha
patriótica desde allí (Fundación Ángel Ramos, 2011).
Entre
la Primera y la Segunda Guerra Mundial (1917-1945) surgió un crecimiento y la
consolidación de la comunidad emigrante en New York y New Jersey, esto luego de
que se le impusiera la ciudadanía a los puertorriqueños en 1917 mediante la Ley
Jones y antes de la emigración masiva de 1945. Este proceso de salida se
conoció como la segunda diáspora de boricuas, los cuales se adentraron en la
cultura del Bronx y Camden en los respectivos estados antes mencionados. Sus
intenciones fueron la búsqueda de trabajo en una era industrializada (Fundación
Ángel Ramos, 2011).
Durante
el 1990, otros estados han reemplazado a los anteriores como la segunda
concentración de inmigrantes puertorriqueños en Estados Unidos. Para principios
del siglo XXI, hubo una disminución de más de la mitad de la población de
boricuas que se establecieron en New York y New Jersey en la década de 1960. A
la par de los sucesos, la cantidad de puertorriqueños había aumentado en otros
estados, especialmente en la costa este del continente norteamericano, como por
ejemplo Pensilvania, Georgia y Boston. Sin embargo, es el 2004 cuando se
acrecienta la migración hacia el sur de los Estados Unidos, esto debido a la
ola de puertorriqueños que abandonaba la Isla en búsqueda de una mejor
economía. Esta se comenzó a conocer como la tercera diáspora de puertorriqueños
y la cual se ha asentado en lugares como Florida y Texas (Duany, 2006).
La
brecha poblacional entre la diáspora y Puerto Rico se ha expandido. De acuerdo
con la Oficina de Censo Federal para el 2010 se calculaba que los boricuas que
viven en la región de los Estados Unidos se acercan a la cifra de los cinco
millones, una diferencia de 1.4 millones más de sujetos en comparación con la
Isla. Las estadísticas indican que en el estado de Nueva York residían 1,
070,000 personas que se identifican como puertorriqueños, mientras que Florida
había alrededor de 850,000 (El Nuevo Día, 2013).
La
emigración reciente, sin embargo, ha significado un mayor movimiento de la
diáspora dentro de la nación norteamericana, indicó Meléndez, director del
Centro de Estudios Puertorriqueños. De acuerdo a este último, estados como
Texas y Carolina del Norte surgen como nuevos destinos dentro de las
posibilidades de los boricuas al momento de trasladarse fuera de la Isla.
Señaló, además, que la diáspora borincana tiene un porcentaje alto en los
niveles de pobreza y uno muy reducido en términos de acceso a vivienda propia
(El Nuevo Día, 2013).
Los primeros puertorriqueños que escribieron sobre la vida en Estados
Unidos fueron exiliados políticos que estaban en contra de las políticas
españolas y quienes se trasladaron a Nueva York en las últimas décadas del
siglo XIX para escapar del proceso colonial de entonces. Este grupo de
intelectuales estaba compuesto por líderes prominentes de los grupos revolucionarios,
como por ejemplo: Eugenio María de Hostos, Ramón Emeterio Betances, Lola Rodríguez
de Tió y Sotero Figueroa, entre otros. Estos textos contienen las anécdotas y
percepciones sobre estos primeros viajantes, y fueron publicados en periódicos
noticiosos, correspondencias y panfletos revolucionarios de corta duración
(Fundación Ángel Ramos, 2011).
El
texto más extenso descubierto hasta la fecha es el artículo personal del poeta
puertorriqueño Francisco “Pachín”
Gonzalo Marín, titulado “Nueva York por dentro: Una faz de su vida
bohemia”. El mismo es una reflexión crítica sobre la ciudad, según la
experiencia de un emigrante puertorriqueño que padecía de necesidades, pero que
tenía la esperanza de poder sobre llevar la misma. Por su parte, Bernardo Vega
en 1940 (publicado varias décadas después) fue de los primeros autores que
escribió sobre “La Gran Manzana” desde la visión de un posible hogar sustituto.
Los textos de entonces era de carácter testimonial y en desarrollados en primera
persona; donde los temas de interés estaban relacionados a los cambios abruptos
y los primeros ajustes a los que se enfrentaban (Fundación Ángel Ramos, 2011).
Para
la década de 1950 surgieron los primeros problemas de identidad cultural, por
lo que se escribió la obra West Side
Story del guionista Arthur Laurents, pero la misma tuvo un efecto contrario
a lo esperado y se acrecentó la mal vista identidad puertorriqueña. Lo mismo ocurrió
con el tema de la pobreza tratado por Oscar Lewis en 1965 con su obra: La Vida.
Por su parte, Jesús Colón, en su libro titulado A Puerto Rican in New York (de 1961) trató el tema del racismo y la
necesidad de mantenerse alertas para resistir la desigualdad social. Otros autores importantes de esta época lo
fueron: René Marqués, Enrique Laguerre, Jorge Brandon, José Dávila, Jaime
Carrero y otros. La característica primordial de esta etapa lo fue el tratamiento
ficcional imaginativo (Fundación Ángel Ramos, 2011).
La tercera etapa se centra más en la
prosa ficción de la diáspora puertorriqueña, y la misma se aleja de la voz
isleña para centrase más en las ideas niuyoricán. Se comienza el uso del
bilingüismo sin llegar a la asimilación social. Además, surge un movimiento de
mujeres escritoras que ayuda a tener una visión de la perspectiva feminista de
la época. Entre los autores más destacados del momento lo eran: Piri Thomas,
Nicholasa Mohr, Edward Rivera, Sandra Esteves, Iván Silén, Víctor Fragoso, Luis
Rafael Sánchez, Esmeralda Santiago, entre otros (Fundación Ángel Ramos, 2011).
En
el siglo XXI la literatura diaspórica es poca y en un desarrollo lento. En la
búsqueda de referencia se encontró el trabajo de Fermín Marengo Ríos, quien
describe la vida del migrante puertorriqueño desde la perspectiva del que
regresa a la Isla. Sin embargo, no existe una literatura que refleje, de manera
concreta, la vida del puertorriqueño que se traslada a los Estados Unidos a
partir del cuarto periodo diaspórico que dio comienzo en el 2004.
Esta
diáspora no tiene, de acuerdo con Rivera (2009), una identidad propia con
respecto a los conceptos de patria y familia, por lo que buscan en las construcciones
metafóricas un espacio que refleje ese hogar que se ha mudado consigo. Al
considerar esta falta de identidad, la escases de la literatura diaspórica
moderna y la necesidad de la metaforización de la patria y la familia, es que
se considera imprescindible preguntarse: ¿Cuál es la representación metafórica
de la patria en la dinámica diaspórica puertorriqueña actual? Asunto que queda
pendiente con las nuevas ideas respecto al tema y la necesidad del
puertorriqueño moderno que se muda fuera de su Isla en búsqueda de mejores
beneficios, ya sean sociales o económicos, y que llevan a su patria arraigada
en su corazón.
Referencias
Bustos, Alberto. (2009).
Proyecto Metáfora y Metonimia en
la Construcción de Identidades LGTB. España:
Ministerio de Ciencia e Innovación, FEM.
Díaz, María Fernanda. (2010).
Viaje narrativo en la Guagua Aérea
de Luis Rafael Sánchez: Propuesta identitaria ante la asimilación
estadounidense. México: Universidad Autóctona de Yucatán
Duany, Jorge.
(2006). Más allá de El Barrio. La
diáspora puertorriqueña hacia Florida. Revista Nueva Sociaedad, 201(1).
El Nuevo Día.
(2013). Crece con fuerza la diáspora puertorriqueña. Recuperado el 3 de marzo de 2016, de
http://www.elnuevodia.com/noticias/locales/nota/crececonfuerzaladiasporapuertorriquena-1535594/
Flores, Juan.
(2008). Creolité en el barrio: La
diáspora como fuente y desafío. Nueva Sociedad,
201(1), 117 – 130.
Fundación Ángel Ramos. (2011).
Diáspora puertorriqueña:
Literatura puertorriqueña en Estados Unidos. San Juan, PR: Enciclopedia de Puerto Rico /
Fundación Puertorriqueña de las Humanidades.
Rivera, Carmen. (2009).
Arquitectura de una metáfora en construcción: El espacio de la casa en
la literatura puertorriqueña. A
Journal of the Céfiro Graduate Student Organization, 9(1 – 2), 19 – 34.
Serna, Juan Antonio. (2016). El
cuerpo como discurso transcultural.
Recuperado el 3 de marzo de 2016, de
http://revistalevadura.mx/2016/02/21/1485/
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