Druet: Mi ansiedad de niño, mi ansiedad de adulto
Tengo 43 años, trabajo como Coordinador Educativo
y aún me como las uñas. Desde pequeño me regañaban en casa por esta conducta y,
en varias ocasiones, recuerdo que me ponían ajo, picante o esmalte de sabores
amargos para que dejara de hacerlo, pero me era imposible. Ahora de adulto
entiendo las razones y solo pido una cosa: No me regañes si me ves hacerlo,
mejor háblame.
Desde que tengo uso de razón me he comido las
uñas y no fue hasta 2015, después de una serie de eventos desafortunados en mi
vida, y de buscar ayuda de profesionales, que aprendí que padecía de ansiedad
severa. Pero, ¿por qué padece un niño de ansiedad? Muchos padres dirían que los
niños solo deben preocuparse por jugar y pasarla bien. Esa es la tarea que, según
ellos, nos corresponden como niños.
Sin embargo, desde muy pequeño siempre mi mente
(pensamiento) iba más rápido que yo. Esta siempre se estaba haciendo miles de
preguntas. La vida misma era muy complicada para mí a pesar de ser una micro
existencia (para ellos, para mí era mi vida compleja).
Cosas tan sencillas como ir a casa de la abuela
me causaba ansiedad. ¿A qué iríamos? ¿Me van a dejar allá? ¿Qué pasa si mi
primo me da un golpe y nadie me cree? ¿Y si mi abuela me exige comerme todo el
pollo guisado? ¿Tendré que darle un beso en la mejilla, aunque no quiera?
En la escuela era la misma situación. ¿Habré
hecho bien la tarea? ¿Y si digo algo y me castigan? ¿Y qué voy a hacer si la
maestra no llega? ¿Qué voy a comer en el almuerzo si no me gusta lo que hay en
el comedor escolar?
Algunos padres dirán que es pura tontería de
niño, pero para mí eran horas largas de pensamiento y comerme las uñas. Y
seguido de regaños y reclamos.
Fue como a mis 10 años que me di cuenta que
podía manejarlo (pero no controlarlo de la manera correcta). Así que me convertí
en el sabelotodo de la clase. Tenía buenas notas porque me la pasaba estudiando
(no porque quisiera sino para no pensar en nada, o sea, mantenerme ocupado).
Cuando terminaba mis tareas lo que hacía era ayudar a otros niños a hacer lo
mismo. Siempre me gradué con honores de la escuela, pero no precisamente por
amar los estudios, sino por escapar de mi pensamiento (y ningún adulto nunca se
dio cuenta).
Claro, eso tenía sus consecuencias. No tenía
muchos amigos. No iba afuera a jugar en grupos. ¿Y qué tal no les gustaba como
amigo? ¿Y si mi equipo fallaba por culpa? Esa ansiedad siempre estaba ahí
presente y para los adultos solo era el muchacho tímido de la comunidad.
A mis 19 años ya había completado un
bachillerato (universidad) en Ciencias y a los 20 una segunda especialidad en Educación.
A los 22 años una maestría en Supervisión Educativa y a los 24 una segunda
especialidad en Educación Temprana. A principio de mis 30 años ya había completado
mi doctorado en Liderazgo Educativo. Todo por mantener quieta mi mente a través
de los estudios.
Otra de las herramientas que utilicé fue la
escritura. De esa forma la mente se centraba en una sola cosa. Para la
adolescencia ya tenía cientos de poemas escritos por mi (todos los perdí
durante una mudanza). En el 2005 publiqué mi primer libro, pero en el 2007, en
mi segundo libro, fue que le di un nombre a mi ansiedad. En ese libro cuento
una historia fantástica donde le llamo Druet a mis pensamientos con la idea de
poder conocerla mejor y aquietarla. Para todos en la familia y el trabajo era
el talentoso. Claro, ellos no sabían mis propias luchas.
En el 2015 pasé unos de los momentos más complejos
de mi vida. La ansiedad se volvió imposible de controlar. Me comencé a comer
las uñas de una manera incontrolable, hasta el punto de llegar a sangrar en
ocasiones. Me llegaron pensamientos negativos a la mente y Druet estaba de
fiesta (no era depresión, pues no me sentía triste, sino ansioso por no saber
qué vendría después). Pero, allegados y ayuda profesional me ayudaron a
controlar a Druet nuevamente.
Aún como adulto la ansiedad tiene
consecuencias. Mucha gente me pregunta por qué pienso tanto las cosas y es que
mi mente piensa en las mil consecuencias que podría haber antes de hacer algo.
Para controlar esto sigo escribiendo, a veces quiero estar solo, pongo música en
el carro y canto alto (si voy solo y en silencio entonces Druet hace de las
suyas), sigo ayudando a otros con sus tareas y sigo, en ocasiones, comiéndome las
uñas.
Mi intención es hacerles entender que la
ansiedad es real. No es parte de una locura ni psicosis, sino un estado
apresurado de la vida misma (según yo, los expertos tienen su propia definición).
Mi intención es hacerles entender que los niños también padecen de ansiedad y
que se les hace complicado entenderse a sí mismos. Hacerles entender que es
necesario enseñarle desde pequeños a autorregularse para no caer en los
excesos. Y hacerles saber que el día que nos vean comiéndonos las uñas no nos
regañen, háblennos porque tenemos muchas cosas que decir.
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