Ese no es mi papá, esa no es mi mamá (cuento)
Alex estaba contento aquella tarde de otoño. Miraba por las ventanas del salón como caían las hojas de los árboles y como el viento las arrastraba por la acera que daba a un parque con fuentes hermosas.
La maestra les había dado, a él y sus compañeros, plastilina para que hicieran una figura de papá o mamá. Así que Alex hizo sus figuras. Un hombre pequeño y regordete como papá y una mujer alta y delgada como mamá.
Al salir de clases Alex esperó a sus padres en un banco dentro de la escuela. Pero, se les acercaron dos personas que el jamás había visto: un hombre pequeño y regordete y una mujer alta y delgada. La mujer tenia su rostro huesudo como los esqueletos del día de brujas y el hombre parecia un duende de los que viven con Papá Noel en el Polo Norte.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó la mujer.
- Alex - dijo el niño.
- ¿Quieres ir a mi casa? Esta llena de juguetes y muchos dulces. Tu mamá nos envió a buscarte, pues está enferma y no puede venir por ti.
- Le tengo que decir a la mujer policia que me iré con ustedes.
- No es necesario, - dijo el señor regordete – ya hemos hablado con élla y dijo que no había problemas.
Ambos, la señora delgaducha y el señor enano, dijeron adios a la mujer policia. Élla les devolvió el saludo a la distancia y con una sonrisa.
- Ves, no hay ningún problema – dijo la mujer.
Con prisa montaron a Alex al carro de helados en el que viajaban y le ofrecieron uno. Alex se lo comió con mucho gusto y placer, pero en un rato comenzó a tener mucho sueño y se quedó dormido.
Al despertar se encontraba en una casa oscura. Llena de basura y comida descompuesta. Tenía sus manos atadas y un pedazo de cinta adhesiva en la boca. No podía moverse ni gritar. Así que comenzó a llorar.
- ¿Por qué lloras niño tonto? ¿A caso no sabes que no debes montarte con extraños? – le dijo el enano regordete.
Alex trataba de gritar, pero era inútil. La mujer se le acercó y le dijo:
- Jamás volveras a ver a tus padres. Ahora serás nuestro prisionero y tendrás que hacer lo que nosotros digamos.
Le pusieron al niño un uniforme verde sucio, unas botas rotas y le dieron un paño para que limpiara la casa. Alex tuvo que restregar el piso con un cepillo para dientes. Lavar la ropa a manos y tejer una nueva chaqueta para el hombre enano.
Los días pasaron y Alex, sentado frente a la ventana, veía las hojas caer sin el mismo entusiasmo que antes.
Un día, los ladrones de niños, dejaron la puerta de entrada abierta. Así que Alex decidió escaparse e ir en busca de sus padres.
Era de noche y todo estaba oscuro. Comenzó a correr desenfrenadamente sin parar. A lo lejos se escuchó la voz de la mujer delgada que le gritaba que regresara, que se iba a lamentar. Pero, Alex corrió más fuerte que nunca.
Al poco rato se tropezó con un hombre policia. Le explicó lo sucedido y lo llevaron a su hogar. Allí pudo abrazar a sus padres nuevamente.
Dos días más tarde la mujer delgaducha y el hombre regordete fueron nuevamente por él. Alex gritó:
- Ese no es mi papá, esa no es mi mamá.Al poco rato la policia se llevaba a los ladrones de niños en el camión hacia la cárcel. Alex les decía adios desde la distancia por que ya había aprendido que no se habla con extraños.
La maestra les había dado, a él y sus compañeros, plastilina para que hicieran una figura de papá o mamá. Así que Alex hizo sus figuras. Un hombre pequeño y regordete como papá y una mujer alta y delgada como mamá.
Al salir de clases Alex esperó a sus padres en un banco dentro de la escuela. Pero, se les acercaron dos personas que el jamás había visto: un hombre pequeño y regordete y una mujer alta y delgada. La mujer tenia su rostro huesudo como los esqueletos del día de brujas y el hombre parecia un duende de los que viven con Papá Noel en el Polo Norte.
- ¿Cómo te llamas? – le preguntó la mujer.
- Alex - dijo el niño.
- ¿Quieres ir a mi casa? Esta llena de juguetes y muchos dulces. Tu mamá nos envió a buscarte, pues está enferma y no puede venir por ti.
- Le tengo que decir a la mujer policia que me iré con ustedes.
- No es necesario, - dijo el señor regordete – ya hemos hablado con élla y dijo que no había problemas.
Ambos, la señora delgaducha y el señor enano, dijeron adios a la mujer policia. Élla les devolvió el saludo a la distancia y con una sonrisa.
- Ves, no hay ningún problema – dijo la mujer.
Con prisa montaron a Alex al carro de helados en el que viajaban y le ofrecieron uno. Alex se lo comió con mucho gusto y placer, pero en un rato comenzó a tener mucho sueño y se quedó dormido.
Al despertar se encontraba en una casa oscura. Llena de basura y comida descompuesta. Tenía sus manos atadas y un pedazo de cinta adhesiva en la boca. No podía moverse ni gritar. Así que comenzó a llorar.
- ¿Por qué lloras niño tonto? ¿A caso no sabes que no debes montarte con extraños? – le dijo el enano regordete.
Alex trataba de gritar, pero era inútil. La mujer se le acercó y le dijo:
- Jamás volveras a ver a tus padres. Ahora serás nuestro prisionero y tendrás que hacer lo que nosotros digamos.
Le pusieron al niño un uniforme verde sucio, unas botas rotas y le dieron un paño para que limpiara la casa. Alex tuvo que restregar el piso con un cepillo para dientes. Lavar la ropa a manos y tejer una nueva chaqueta para el hombre enano.
Los días pasaron y Alex, sentado frente a la ventana, veía las hojas caer sin el mismo entusiasmo que antes.
Un día, los ladrones de niños, dejaron la puerta de entrada abierta. Así que Alex decidió escaparse e ir en busca de sus padres.
Era de noche y todo estaba oscuro. Comenzó a correr desenfrenadamente sin parar. A lo lejos se escuchó la voz de la mujer delgada que le gritaba que regresara, que se iba a lamentar. Pero, Alex corrió más fuerte que nunca.
Al poco rato se tropezó con un hombre policia. Le explicó lo sucedido y lo llevaron a su hogar. Allí pudo abrazar a sus padres nuevamente.
Dos días más tarde la mujer delgaducha y el hombre regordete fueron nuevamente por él. Alex gritó:
- Ese no es mi papá, esa no es mi mamá.Al poco rato la policia se llevaba a los ladrones de niños en el camión hacia la cárcel. Alex les decía adios desde la distancia por que ya había aprendido que no se habla con extraños.
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