El mejor tesoro del mundo (Cuento)
Había una vez una niña llamada Copito. La niña vivía en una pequeña cabaña en el bosque, rodeada de grandes árboles y un hermoso lago de agua azul.
Una mañana, Copito se encontraba lavándose la cara en el lago cuando apareció un pez dorado. “¿Quién eres?”, preguntó la niña. “Soy el rey de este lago”, dijo el pez.
El pez dorado necesitaba un gran favor de Copito. Necesitaba que encontrara un tesoro: “Ve al medio del bosque y encuentra el tesoro de los cinco dones”.
Copito salió camino al bosque. Llevaba una mochila, un poco de pan y agua para alimentarse. Caminó durante muchas horas.
De repente escuchó a alguien llorando. Fue a ver detrás de unos arbustos. “¿Por qué lloras amiga tortuga”, preguntó Copito. “Me he perdido y no se como regresar”, respondió la tortuga.
Entonces, Copito la ayudó. Ambas buscaron el camino. Lo encontraron detrás de un gran árbol. La tortuga pudo volver a su hogar. Y fue así que Copito conoció la importancia de ayudar a los demás.
La niña continuó caminando. Al llegar a una gran roca vio a dos gusanitos que peleaban. “¿Por qué pelean amigos gusanos?” “Somos dos y solo hay un bizcocho”.
Copito tomó e; bizcocho y pensó por un rato en qué hacer. Luego partió el bizcocho en dos partes y le dio una a cada gusano. Así fue que aprendió a ser justa.
Comenzó a caer la noche y Copito se sintió sola. Juntó sus manos y comenzó a orar. “Señor, soy una pequeña niña en medio del bosque, por favor alumbra mi camino”.
Entonces, una bandada de luciérnagas que pasaba por allí alumbró el camino de la niña. Copito aprendió que hay que tener fe en la vida.
En la mañana siguiente se sentó a descansar bajo un árbol. Al levantarse no encontró el pedazo de pan que había llevado para calmar el hambre.
Al mirar detrás de un tronco caído encontró a una ardilla comiéndose el pan. La ardilla dijo: “Perdóname, amiga mía. Tenía mucha hambre y no pensé en lo que hacía”. Copito y la ardilla comieron juntas el pan. Así aprendió la importancia de perdonar.
En medio del bosque Copito encontró el tesoro más hermoso. Allí vivían todos los animales compartiendo juntos. La niña entendió que el mayor tesoro es el Amor.
Al llegar de regreso, Copito fue al lago a ver al pez dorado. “Ya encontré los tesoros que enviaste a buscar”, dijo la niña. “¿Dónde están?”, preguntó el pez. “No son materiales. Son valores que te ayudan a ser mejor persona”, respondió Copito con una gran sonrisa.
Copito se sintió feliz. Ese día estuvo jugando y bailando todo el día. Había aprendido lo importante que era ayudar, ser justa, tener fe, perdonar y amar.
Idea original de Alfredo Vélez Santos
Texto de Norman J. de Jesús de Jesús
Escrito en abril de 2006 en Ponce, Puerto Rico
Dedicado a: Raúl Alexander, Fernando Luís y Dayaenid
Una mañana, Copito se encontraba lavándose la cara en el lago cuando apareció un pez dorado. “¿Quién eres?”, preguntó la niña. “Soy el rey de este lago”, dijo el pez.
El pez dorado necesitaba un gran favor de Copito. Necesitaba que encontrara un tesoro: “Ve al medio del bosque y encuentra el tesoro de los cinco dones”.
Copito salió camino al bosque. Llevaba una mochila, un poco de pan y agua para alimentarse. Caminó durante muchas horas.
De repente escuchó a alguien llorando. Fue a ver detrás de unos arbustos. “¿Por qué lloras amiga tortuga”, preguntó Copito. “Me he perdido y no se como regresar”, respondió la tortuga.
Entonces, Copito la ayudó. Ambas buscaron el camino. Lo encontraron detrás de un gran árbol. La tortuga pudo volver a su hogar. Y fue así que Copito conoció la importancia de ayudar a los demás.
La niña continuó caminando. Al llegar a una gran roca vio a dos gusanitos que peleaban. “¿Por qué pelean amigos gusanos?” “Somos dos y solo hay un bizcocho”.
Copito tomó e; bizcocho y pensó por un rato en qué hacer. Luego partió el bizcocho en dos partes y le dio una a cada gusano. Así fue que aprendió a ser justa.
Comenzó a caer la noche y Copito se sintió sola. Juntó sus manos y comenzó a orar. “Señor, soy una pequeña niña en medio del bosque, por favor alumbra mi camino”.
Entonces, una bandada de luciérnagas que pasaba por allí alumbró el camino de la niña. Copito aprendió que hay que tener fe en la vida.
En la mañana siguiente se sentó a descansar bajo un árbol. Al levantarse no encontró el pedazo de pan que había llevado para calmar el hambre.
Al mirar detrás de un tronco caído encontró a una ardilla comiéndose el pan. La ardilla dijo: “Perdóname, amiga mía. Tenía mucha hambre y no pensé en lo que hacía”. Copito y la ardilla comieron juntas el pan. Así aprendió la importancia de perdonar.
En medio del bosque Copito encontró el tesoro más hermoso. Allí vivían todos los animales compartiendo juntos. La niña entendió que el mayor tesoro es el Amor.
Al llegar de regreso, Copito fue al lago a ver al pez dorado. “Ya encontré los tesoros que enviaste a buscar”, dijo la niña. “¿Dónde están?”, preguntó el pez. “No son materiales. Son valores que te ayudan a ser mejor persona”, respondió Copito con una gran sonrisa.
Copito se sintió feliz. Ese día estuvo jugando y bailando todo el día. Había aprendido lo importante que era ayudar, ser justa, tener fe, perdonar y amar.
Idea original de Alfredo Vélez Santos
Texto de Norman J. de Jesús de Jesús
Escrito en abril de 2006 en Ponce, Puerto Rico
Dedicado a: Raúl Alexander, Fernando Luís y Dayaenid
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