La aceptación del fracaso (artículo)
Cuando jugamos con nuestros hijos pequeños solemos dejarles ganar. Lógico, porque si abusáramos de nuestra superioridad, ellos perderían siempre y no entenderían el juego. Pero una cosa es dejar que nos ganen de vez en cuando y otra es hacerlo por sistema, para ahorrarles el disgusto de perder. Así, sin darnos cuenta, como a nosotros no nos importa que nos ganen, ignoramos la figura del perdedor y los niños no reparan ni por unos instantes en que siempre que ellos ganan, hay otros que pierden.
Experiencia propia
Organiza con tu hijo una sesión de vídeos de cuando era más pequeño para que se dé cuenta de cómo ha mejorado sus destrezas.
Además de pasar un buen rato con él, esto servirá para demostrar cuál es la forma natural de aprender y que el esfuerzo y la ilusión es lo importante para superarse en la vida... y en el juego.
Una lección para la vida
Hay otro aspecto negativo de dejar que nuestro hijo nos gane siempre, y es que estas victorias continuas conectan con su sentimiento egocéntrico de que el mundo gira en torno a él, lo cual hace que le resulte aún más doloroso y desconcertante que, en ocasiones, haya otros que le superen en ciertas actividades. Además, al no perder nunca, se crea una imagen ficticia de sí mismo que le aleja de su yo real, lo que tampoco le beneficia en absoluto.
Como ves, aunque tu intención sea buena, dejar que tu hijo te gane siempre es un error que debes corregir. Para que el pequeño aprenda a disfrutar más de la vida, a superar las pequeñas frustraciones cotidianas y a entablar buenas relaciones con los demás, es importante que le ayudes a aceptar con naturalidad que en el juego unos ganan y otros pierden, y que no pasa nada por ello.
Lo ideal es que el niño disfrute de la actividad particular sin que el resultado final influya demasiado en su ánimo. Para transmitirle esta idea y ayudarle a hacerla suya, debes seguir estas pautas:
• En lugar de dejarle ganar, es mejor que adaptes las dificultades del juego a su nivel, para que así pueda venceros, de verdad, alguna vez.
• Procura aceptar la victoria y la derrota de un modo natural, sin mostraros muy alegres ni demasiado tristes según hayan ganado o perdido. Así le harás ver que lo importante es participar y pasar un buen rato, no ganar o perder.
• Explícale que la derrota no es un fracaso, sino una buena lección para saber cómo superarse.
Potenciar su autoestima
Que tu hijo muestre tanto empeño en ganar denota que tiene amor propio, ilusión por mejorar y un enorme afán de superación, lo que es muy positivo para él. Sin embargo, su deseo de ser el número uno en todo le puede llevar a no disfrutar de las cosas, a exigirse demasiado y a no tolerar las frustraciones.
Para mitigar estas consecuencias negativas de su forma de ser, debes reforzar su autoestima y valorar siempre el esfuerzo que hace, más que el resultado que obtiene. Para ello...
• Ríete tanto de tus meteduras de pata como de las suyas.
• Evita transmitirle un afán agobiante de perfeccionismo, sé menos crítica y dale frecuentes muestras de cariño.
• Bríndale oportunidades de relacionarse con otros niños y no intervengas en sus juegos: la práctica es la manera más natural de comprobar que unas veces se gana y otras se pierde.
• Cuando pierda, anímale con frases como: “¡Emilio ha sido el más rápido, pero cuánto se han reído todos!”.
Estas medidas le llevarán a bajar su listón de exigencia, le descargarán de la responsabilidad de querer ser perfecto, le ayudarán a relajarse y a disfrutar más de los juegos... Y todo ello le convertirá en un niño más feliz.
Si le da una rabieta...
Si aflora una rabieta cuando le ganan, además de tener mucha paciencia con él y de aceptar su mala reacción, por mucho que te moleste...
No sobrevalores su enojo
Si lo haces, aprenderá que a base de enfadarse puede manejarte a su capricho.
No te enfogones
Romperás el encanto del juego, la magia y la ilusión del momento, lo que es una pena.
No dejen de jugar con él
Si lo hacen, nunca aprenderá a perder y esto puede causarle problemas en sus relaciones.
Referencia: Alvarez, I. (2006). Que acepte que perdió. El País. Recuperado el 13 enero 2007 de www.endi.com/noticia/familia/vida_y_estilo/que_acepte_que_perdio/142366
Experiencia propia
Organiza con tu hijo una sesión de vídeos de cuando era más pequeño para que se dé cuenta de cómo ha mejorado sus destrezas.
Además de pasar un buen rato con él, esto servirá para demostrar cuál es la forma natural de aprender y que el esfuerzo y la ilusión es lo importante para superarse en la vida... y en el juego.
Una lección para la vida
Hay otro aspecto negativo de dejar que nuestro hijo nos gane siempre, y es que estas victorias continuas conectan con su sentimiento egocéntrico de que el mundo gira en torno a él, lo cual hace que le resulte aún más doloroso y desconcertante que, en ocasiones, haya otros que le superen en ciertas actividades. Además, al no perder nunca, se crea una imagen ficticia de sí mismo que le aleja de su yo real, lo que tampoco le beneficia en absoluto.
Como ves, aunque tu intención sea buena, dejar que tu hijo te gane siempre es un error que debes corregir. Para que el pequeño aprenda a disfrutar más de la vida, a superar las pequeñas frustraciones cotidianas y a entablar buenas relaciones con los demás, es importante que le ayudes a aceptar con naturalidad que en el juego unos ganan y otros pierden, y que no pasa nada por ello.
Lo ideal es que el niño disfrute de la actividad particular sin que el resultado final influya demasiado en su ánimo. Para transmitirle esta idea y ayudarle a hacerla suya, debes seguir estas pautas:
• En lugar de dejarle ganar, es mejor que adaptes las dificultades del juego a su nivel, para que así pueda venceros, de verdad, alguna vez.
• Procura aceptar la victoria y la derrota de un modo natural, sin mostraros muy alegres ni demasiado tristes según hayan ganado o perdido. Así le harás ver que lo importante es participar y pasar un buen rato, no ganar o perder.
• Explícale que la derrota no es un fracaso, sino una buena lección para saber cómo superarse.
Potenciar su autoestima
Que tu hijo muestre tanto empeño en ganar denota que tiene amor propio, ilusión por mejorar y un enorme afán de superación, lo que es muy positivo para él. Sin embargo, su deseo de ser el número uno en todo le puede llevar a no disfrutar de las cosas, a exigirse demasiado y a no tolerar las frustraciones.
Para mitigar estas consecuencias negativas de su forma de ser, debes reforzar su autoestima y valorar siempre el esfuerzo que hace, más que el resultado que obtiene. Para ello...
• Ríete tanto de tus meteduras de pata como de las suyas.
• Evita transmitirle un afán agobiante de perfeccionismo, sé menos crítica y dale frecuentes muestras de cariño.
• Bríndale oportunidades de relacionarse con otros niños y no intervengas en sus juegos: la práctica es la manera más natural de comprobar que unas veces se gana y otras se pierde.
• Cuando pierda, anímale con frases como: “¡Emilio ha sido el más rápido, pero cuánto se han reído todos!”.
Estas medidas le llevarán a bajar su listón de exigencia, le descargarán de la responsabilidad de querer ser perfecto, le ayudarán a relajarse y a disfrutar más de los juegos... Y todo ello le convertirá en un niño más feliz.
Si le da una rabieta...
Si aflora una rabieta cuando le ganan, además de tener mucha paciencia con él y de aceptar su mala reacción, por mucho que te moleste...
No sobrevalores su enojo
Si lo haces, aprenderá que a base de enfadarse puede manejarte a su capricho.
No te enfogones
Romperás el encanto del juego, la magia y la ilusión del momento, lo que es una pena.
No dejen de jugar con él
Si lo hacen, nunca aprenderá a perder y esto puede causarle problemas en sus relaciones.
Referencia: Alvarez, I. (2006). Que acepte que perdió. El País. Recuperado el 13 enero 2007 de www.endi.com/noticia/familia/vida_y_estilo/que_acepte_que_perdio/142366
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