La importancia de entender los comportamientos: Traumas vs Desafío



Como educadores, una de las preocupaciones que tenemos es la manera en que los niños se comportan en la sala de clases. Esto, debido a que, como seres humanos, preferimos a estudiantes con un buen comportamiento y buenas destrezas de resolución de conflictos. Esto haría de nuestras salas de clases una ideal.

La realidad es que no existen los niños perfectos. Ni existen ni existirán. Por lo que debemos estar conscientes que nos corresponde, como educadores, el poder enseñarle a los niños el manejo de sus emociones con la finalidad de que estos puedan autorregularlas. Sin embargo, esto tampoco es una tarea fácil, pues muchos de los maestros no poseen las destrezas adecuadas para enseñarles a los alumnos a realizar esta tarea de resolución de problemas y autogestión. 

Muchos de estos comportamientos no son auto pensados y analizados, sino que son una reacción directa del cerebro a algún trauma que ha recibido el niño. Bien es sabido, por estudios científicos que así lo demuestran, que el cerebro se reconstruye en relación a los traumas con los que se enfrentan los individuos durante su vida. Por tanto, los traumas son un cambio fisiológico en el organismo y no una mera manera de llamar la atención. Es por esta razón que las estrategias de disciplina positiva sirven con algunos niños y con otros no. 

Uno de los mayores traumas, por ejemplo, es la mudanza. En mis años de experiencia como especialista en desarrollo de la niñez temprana, he observado como los cambios bruscos de ambientes pueden afectar directamente a los menores de edad. Estos cambios provocan la creación de nuevos canales en la corteza cerebral que tiene que adaptarse a los nuevos retos del nuevo sistema al que entra. Este es el mejor ejemplo de una restructuración cerebral. Un niño que no cambia de ambientes constantemente solo pone de manifiesto lo aprendido y aprende a regular sus emociones en el ambiente de su alrededor. 

Sin embargo, los niños que cambian constantemente de ambiente, o que son movidos por circunstancias que ellos no entienden y que no han sido planificadas, pueden redundar en cambios que los lleven a las reacciones y no al razonamiento. Estas reacciones son automáticas y son la parte más básica de la subsistencia animal. El niño hará todo lo posible por sobrevivir en su nuevo ambiente al que no fue introducido previamente, ya sea mediante plática y planificación con los padres. 

Por tanto, en la sala de clases no se puede pretender el tratar estos niños con traumas de la misma manera en que se trata a un niño en un ambiente natural. Ellos requieren de mayor seguimiento y mejores cuidados emocionales. Requieren, en otras palabras, de un mayor esfuerzo de entendimiento y empatía. Los educadores deben ser orientados con respecto a este tema, pues es fundamental entender que los niños no se comportan de manera desacertada por querer hacerlo, sino que es una reacción natural debido a esa restructuración del cerebro. 

Es momento de prestar atención, poner mayor empatía y ser más asertivos respecto a la manera en que se tratan estos estudiantes, pero claro está, no se puede ofrecer lo que no se tiene. Por lo que es necesario educarnos, practicarlo en nuestras propias vidas para, luego, ser capaces de enseñarlo a nuestros alumnos y padres. En conclusión, no tome las rabietas de un niño de manera personal, trate de entender qué son esas cosas que han hecho o pasado para que se llegue hasta allí.

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