El experimento social: cómo cuidar la dignidad de los participantes



 Por Norman Joel de Jesús - de Jesús
        Doctor en Educación y Liderazgo


Una de las metodologías de mayor uso, en especial en la era tecnológica, lo es la experimentación social. Esta ha tenido un gran auge en los últimos años debido a que se puede demostrar con evidencia audiovisual los resultados de la misma. Haciendo de esta una casi de uso instantáneo.

La experimentación social consiste en poner al límite las acciones, reacciones, pensamientos, ética y moral de los sujetos ante variables que no se esperaba que ocurrieran en un momento dado. Un ejemplo de esto, es poner una billetera con dinero en un lugar concurrido y observar lo que la gente hace con la misma. Las reacciones, según los psicólogos, son los constructos sociales que realmente se tienen arraigados en la mente y que describen a cada sujeto como ente social.

Uno de los problemas éticos con esta metodología consiste en que los intervenidos desconocen que participan de un experimento social. Esto se debe a que si se conoce de la participación se condiciona al sujeto a actuar de la manera en que socialmente es aceptable. Lo que hace de los resultados unos llenos de sesgos, pues no representan la realidad de las cosas.

Este problema ético puede ser solucionado de tres maneras. La primera de ella es anunciar, ya sea por algún medio de prensa o con un cartel en el lugar a ser impactado, que se llevará a cabo un experimento social. Por ejemplo: “En este lugar, el próximo 3 de octubre de 2017 (seis meses antes) se estará realizando un experimento social para determinar qué reacción tienen los sujetos al ver una cartera con dinero tirada en el suelo. El mismo se llevará a cabo entre las 2 y 5 de la tarde”. El hecho de anunciarlo con seis meses de anticipo ayuda a que se desconecte el mensaje de la acción y velar, así, de la pureza de los resultados.

El segundo paso que se podría llevar a cabo para salvaguardar los derechos humanos de los participantes es poner un cartel en el momento del experimento. Este cartel puede ponerse de manera sutil en el ambiente, pues la mayoría de las personas leen (o se espera que lean) lo que tienen a su alcance visual. Por ejemplo: “en este momento se está llevando a cabo un experimento social en este lugar y se está grabando video”. El hacerlo de manera sutil es que no se hace una conexión directa entre el cartel y el experimento. Incluso se le podría poner una imagen de un dedo en posición de silencio como parte del proceso experimental para persuadir, a quienes se den cuenta, de no contar lo que ocurre.

El tercer proceso es pedir el permiso a los participantes luego de haber captado las reacciones. Aquel sujeto que dé el permiso de uso permite, a su vez, que se le cuente como estadística. Ahora bien, siempre se debe guardar la privacidad de los sujetos y no divulgar información personal del mismo. Incluso, de ser posible, y si va en detrimento de su valor ético y moral, se le debe garantizar que se usaran filtros para ocultar su verdadera identidad. Pues, lo que se investiga es la parte conductual y no la persona en sí misma. 

Sin dudas, la experimentación social llegó para quedarse. Es útil a las metas que se establecen y mucho más a los movimientos sociales. Lo que no se debe perder de perspectiva es el respeto a la dignidad humana y ser lo más justo posibles en la utilización de la misma en los procesos de investigación.

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