APRENDE A IDENTIFICAR PROBLEMAS DE SUEÑO EN TU HIJO Y CÓMO RESOLVERLOS

Por Camile Roldán Soto

Si la hora de acostar a dormir a tus hijos se ha convertido en un momento de tensión, no estás sola. Se estima que alrededor de 24% de los niños de edad escolar experimentan algún problema, leve o severo, al conciliar el sueño.
La buena noticia es que mientras más temprano atiendas la situación mejores probabilidades tienes de criar un niño con buenos hábitos al dormir que lo acompañarán a lo largo de la vida.
El doctor George P. Fahed Iñigo, especialista en neumología, cuidado crítico y disturbios del sueño, explica que los patrones de descanso aprendidos durante la niñez en gran medida determinan la calidad del reposo en la adultez.
En la infancia, el sueño inadecuado puede ocasionar en el niño irritabilidad, problemas en la conducta, el desempeño académico o en la dinámica familiar. En casos severos, provocan dificultades en el crecimiento.
“Gran parte del desarrollo neurológico, de la memoria, los músculos y los huesos depende de liberación de hormonas que se secretan durante el sueño”, explica el doctor, director de la clínica Sommos en Ponce.
Lo ideal, sostiene Fahed, es desarrollar a partir del nacimiento una rutina consistente al dormir. Esto no siempre es fácil, debido al ritmo de vida, responsabilidades y, en ocasiones, la falta de organización familiar.
La psicóloga clínica, Giselle Medina, explica que desde el vientre los bebés son susceptibles a los cambios en la madre, por lo que resulta saludable que durante el embarazo, la madre mantenga una rutina de descanso lo más estable posible.
Como madre lactante de un niño de un año y tres meses, Medina reconoce lo cuesta arriba que puede ser lidiar con un bebé cuando despierta en la noche.
Explica que aunque algunas teorías afirman que los bebés deben dormir junto a sus padres los primeros años de vida, ella optó por mantener al pequeño en su cuarto, pues coincide con otros acercamientos acerca de la necesidad de que los niños estén seguros en su propio espacio.
A los padres que prefieren tener a su bebé cerca, les recomienda colocarlos en una camita aparte dentro de la alcoba. Una vez decidan colocarlo en su habitación, aconseja no sacarlos de ahí para calmarlos si despiertan en la noche.
Enfatiza que en todas las etapas, el apego a los padres es un elemento vital en la seguridad del niño, incluyendo a la hora de dormir.
“El apego es sumamente importante, especialmente en los dos primeros años de vida. Mientras más cariño y muestras de afecto reciba, mayor confianza tendrá ese menor”, apunta.
Aunque los niños pueden sufrir trastornos como el insomnio o la apnea del sueño, la mayoría de las quejas de los padres se reflejan en dos problemas principales:
• asociaciones del sueño: temprano en la infancia los niños suelen despertar en la noche y los padres reaccionan consolándolos, meciéndolos, alimentándolos o acostándose con ellos. Con el pasar del tiempo, aprenden a relacionar y “necesitar” estos estímulos para quedarse dormidos cuando despiertan en medio de la noche.
• resistencia al sueño: los niños comienzan a utilizar todo tipo de medios para evitar dormir, desde llanto a pedir leer otro libro, jugar otro juego o comer. Esta etapa puede manifestarse a partir de los dos años.
Para determinar si es necesario cambiar la conducta de sueño del menor pregúntate si necesita demasiada ayuda y tiempo para quedarse dormido, si despierta varias veces en la noche, si se muestra cansado, de mal humor o es necesario estimularlo mucho para que despierte en la mañana.
Aquí una guía de consejos para promover un ambiente propicio para el descanso y herramientas para establecer un horario y patrón de sueño adecuado a tu realidad.

¿Qué hacer?
Si no quiere dormir, tarda demasiado en conciliar el sueño o se niega a quedarse solo en su cuarto.
• Cambiar o modificar conductas requiere trabajo y tiempo. En este caso, espera al menos cuatro a seis semanas. Sé cariñoso, pero a la vez firme y consistente. “Los niños son retantes y a veces los padres sucumben, ceden y el niño aprende a manipular”, advierte el doctor Fahed. • Antes de decidir la hora que establecerás para ir a la cama, observa el comportamiento del niño. Si el menor suele quedarse dormido a las 9:00 p.m., comienza con ese horario y cada par de días, mientras se acostumbra a la rutina, ve modificándolo hasta llegar a la hora que deseas.
• Establece una rutina consistente para la hora de dormir que incluya actividades relajantes como un baño, leer o dialogar.
• Explica, de manera sencilla, el horario de sueño y la rutina nocturna.
• Finalizada la rutina, sal del cuarto mientras está despierto, para que se acostumbre a quedarse dormido por sí solo.
• Si grita o protesta pero se mantiene en su cama, visítalo cada cierto tiempo para asegurarle que todo está bien y que está seguro. Observa al niño y determina qué te funciona mejor. Si el niño está acostumbrado a quedarse dormido contigo al lado, ve reduciendo poco a poco el tiempo que te quedas ahí. Luego, sal de la cama y siéntate en una silla y después pararte en el marco de la puerta hasta que finalmente no necesite tu presencia.
• Si se sale de la cama, firme y calmadamente haz que regrese. Sigue los mismos consejos del punto anterior. Puedes cerrar la puerta del cuarto brevemente varias veces hasta que entienda que debe quedarse ahí. • Mantén la calma. No discutas y no lo consueles demasiado.
• Nunca cierres la puerta con seguro. El propósito es que el niño aprenda un hábito, no asustarlo o castigarlo.
• Recompensa con detalles y verbalmente los avances en el proceso o establece un premio como aliciente para cuando el menor cumpla con la meta.
(Fuente: A Clinical Guide to Pediatric Sleep y doctor George Fahed Iñigo, especialista en neurología, cuidado crítico y disturbios del sueño.)

Consejos para unos dulces sueños
1. Acostúmbralos a acostarse más o menos a la misma hora todos los días. En el fin de semana, el horario no debe modificarse más de una hora.
2. Establece una rutina a la hora de dormir que no se extienda más de 20 a 30 minutos. Puedes incluir actividades pasivas como leer cuentos o conversar acerca del día.
3. La habitación de los niños debe ser cómoda. Si el menor lo prefiere, puedes colocar una lamparita de noche. Procura una temperatura agradable. Evita enviar a tu hijo a su cuarto cuando lo regañes, pues idealmente debe asociar su alcoba con sentimientos placenteros.
4. No permitas que vayan a la cama hambrientos. Una hora antes de ir a dormir puedes ofrecerles una merienda liviana.
5. Evita que ingieran cafeína al menos 3 ó 4 horas antes de acostarse.
6. Una hora antes de ir la cama el niño no debe realizar actividades estimulantes como jugar vídeo juegos o deportes muy activos.
7. No coloques televisor en el cuarto de los niños. Puede parecer una solución fácil pero a largo plazo promueve en ellos la dependencia del aparato para quedarse dormidos, sin contar otros problemas que surgen por el pobre supervisión de la programación que observan.
8. Dependiendo de su edad, los pequeños necesitarán más o menos tiempo de siesta. Sin embargo, ten en cuenta que si son demasiado prolongadas puede afectar la calidad del sueño en la noche.
9. Ocúpate de que tu hijo realice algún tipo de ejercicio, deporte o actividad al aire libre todos los días.

¿Qué es lo normal?
Mientras más acelerado es el metabolismo de una persona, mayor cantidad de horas de sueño necesita. Los niños y adultos sedentarios pueden enfrentar problemas de insomnio, pues la necesidad de recargar energía es mucho menor.
Hasta los dos años de edad, aproximadamente, dormir es la actividad principal en la vida de un infante. Al cumplir dos años se estima que un niño ha dormido unas 10 mil horas, en contraste a las 7 mil u ocho mil horas que ha estado despierto.
Entre los dos a los cinco años se crea un balance equitativo, de 50%, entre el tiempo de actividad y el descanso. A partir de los cinco años hasta la adolescencia invierten el 40% de su tiempo en dormir.
Fahed recuerda que éstas son recomendaciones generales. Siempre hay que observar la personalidad del niño, pues unos necesitan más descanso que otros.

Casos especiales
Situaciones en el entorno del menor pueden afectar la calidad de su sueño. La psicóloga clínica, Giselle Medina, explica que algunos niños se vuelven ansiosos al experimentar la separación de los padres o la muerte de un familiar.
En su práctica, ha visto casos de infantes que se niegan a dormir porque se les relacionó el fallecimiento de un ser querido con la muerte.
“El pensamiento de los niños es muy concreto. Si se les dice que alguien que murió está dormido, pensarán que puede ocurrirle lo mismo a ellos”, apunta. “Es mejor explicarles la verdad”, sostiene.
En casos de separación o divorcio, la doctora recomienda no ceder al intento del niño de dormir acompañado, sino ofrecerles seguridad a través del diálogo y el cariño.

Recuperado de: http://www.elnuevodia.com/duermetenino-622206.html

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